Volvemos a la NA-700 y cuatro kilómetros más abajo encontramos Salinas de Oro. Antes de llegar podemos contemplar en pequeñas piscinas las ancestrales explotaciones de sal por
evaporación.
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En 1135 es donada por García Ramírez al obispo de Pamplona «la villa de Yaniz con el castillo de Oro y además también con sus salinas.
En SALINAS DE ORO no vamos a encontrar grandes construcciones románicas, ni siquiera pequeñas, lo que queremos ver hay que buscarlo preguntando cómo llegar a algún habitante
de la localidad.
En lo más alto del pueblo, junto al cementerio, en la parte de atrás de la ermita de San Pedro levantada sobre el lugar que se ubicó la primigenia iglesia, existe casi oculta
por la maleza una fuente seguramente románica, de la que por medio de un canal se suministraba agua al palacio de los Goñi, del que hoy sólo quedan algunas ruinas.
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Un poco más abajo, enfrente, al otro lado de la vaguada y casi oculta tras un barracón agrícola, se encuentran las ruinas de la ermita de San Salvador
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De origen románico, solamente queda en pie el ábside semicircular cubierto de bóveda de cuarto de esfera. Por lo que se puede apreciar, en siglos posteriores
se le añadió capillas laterales en forma de crucero y se sustituyó la puerta original por otra adintelada. También queda un arco fajón de ladrillo que
sustentaba la cubierta a dos aguas mediante vigas de madera. Como se puede ver en las fotos, está totalmente arruinada, el ábside tiene una grieta vertical preocupante.
Bien vendría, que las autoridades municipales se ocuparan en rescatar este vestigio de la arquitectura que nos legaron nuestros antepasados.
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Para visitar la ermita de San Jerónimo tendremos que buscar un guía del lugar, salir del pueblo en dirección Pamplona, a la derecha tomar un camino que cruza
sobre el río Salado, donde podremos ver el viejo puente de piedra, posiblemente medieval.
Actualmente, San Jerónimo, se encuentra "restaurado" por iniciativa y con el trabajo de los habitantes del pueblo.
Fue la iglesia del poblado de Oro, había crecido al amparo del castillo del mismo nombre, de gran importancia estratégica. En 1135 el rey García Ramírez lo
donó a la Catedral de Pamplona, posteriormente fue recuperado para la Corona por el rey Sancho VII el Fuerte. Más tarde el rey Teobaldo II, en 1256, lo retornó a la Catedral y
en el año 1291, reinado Felipe I, volvió a ser propiedad de la Corona. Hoy en día es un desolado del que no quedan ya ni restos apreciables.
Lo único que quedó en pie, como he dicho, fue la Iglesia. Se mantuvo durante siglos al cuidado de un ermitaño que vivía en una cueva próxima a la misma.
De su construcción original, como hemos visto en San Salvador, no queda mas que el ábside, la nave es un recrecimiento posterior al que se le añadió en el hastial casa para el
ermitaño.
Hoy en día es todo una sola nave que conserva un par de contrafuertes a cada lado y en la que se
ha reconstruido una cubierta a dos aguas, tratando de recuperar al menos el ábside
original románico con cubierta de bóveda de cuatro de esfera y canes lisos en el exterior.
